
En los últimos meses del año 1936, cuando ejercía la presidencia de la República, por medio de una dictadura, el ingeniero Federico Páez, los directivos de la fábrica empezaron a reducir la producción y, por ende, a recortar los turnos de trabajo, en especial de los obreros pertenecientes al sindicato, con el indudable afán de destruir la organización clasista y de esta manera librarse de aquellos trabajadores que, según los patrones tenían un tinte político, y para colmo, comunista; lo cual era realmente falso, pues a este grupo de luchadores el único motivo que les impulsaba a organizarse siempre fue la defensa de los derechos de ellos y sus semejantes.

Toda esta estrategia desestabilizadora contra el sindicato tramada por los patrones, desencadenó una crisis económica para un buen número de obreros y sus familias, crisis que se evidenció en un palpable deterioro de la calidad de vida de los trabajadores; las remuneraciones percibidas por los trabajadores se reunieron a más de la mitad y sólo se trabajaba un promedio de tres días a la semana. A pesar de los sufrimientos y temores de
quedarse sin trabajo, estos hombres nunca claudicaron y, por el contrario, estas actitudes amedrentadoras hicieron que el sindicato y en general la clase obrera se uniera en la lucha de una manera férrea y monolítica.
Con la aprobación del Ing. Federico Páez se conformó un estamento denominado “Congreso Obrero Textil” compuesto por seis representantes de este sector y uno del gobierno. Al cabo de tres meses de lucha en el Congreso Obrero Textil, los representantes de los trabajadores consiguieron la normalización del trabajo en la fábrica; es decir, los obreros laborarían diariamente las ocho horas; no se de ningún acto de represalia para con los obreros que defendían los intereses de sus compañeros; y se aumente en un 25% el salario base. Según documentos encontrados referentes al tema, la huelga duró más de treinta días, a pesar de que el Congreso Textil siguió trabajando por dos meses más. Se llegó a un acuerdo verbal entre las partes para reiniciar las actividades en el centro fabril.
Nuevamente triunfó la clase obrera. Se impuso la razón y no la prepotencia. El sindicato salió de este problema con la frente en alto y la satisfacción del deber cumplido en función
de mejorar la vida laboral y familiar de los aliados. A pesar de lo acordado, al cabo de varios meses, los patronos despedirían a varios de estos dirigentes sindicales. De todas formas, se volvió la normalidad en Atuntaqui y en consecuencia vino una especie de tranquilidad para las familias de empleados y obreros.
